El sueño en los bebés
Me han pedido que escriba sobre el tema del sueño en los niños y la verdad es que no sé muy bien por dónde empezar. Dado que ha sido una petición que me han hecho, me gusta intentar ayudar con mi experiencia a quien me lo pide pero ya aviso que es un tema en el que voy un poco “por libre”.Para los que no sepáis nada del tema, lo del sueño de los niños es algo que, nunca mejor dicho, nos quita mucho el ídem a los padres. Es uno de los temas de conversación más comunes entre los padres, si los niños duermen bien o no, quizás uno de los temas estrella junto a “mi niño no me come” o si “hace cacas así o asá”. Fascinante. Pero lo cierto es que lo del sueño es algo que nos lleva a todos un poco de cráneo porque realmente el no dormir es algo que el ser humano lleva muy malamente y la falta de sueño hace que los adultos estemos irascibles, cansados y que rindamos por debajo de nuestras posibilidades. Por eso cuando un niño duerme mal acaba repercutiendo en la salud física y mental tanto suya como en la de sus cuidadores. Y eso hace que le dediquemos muchas horas a pensar en ello.
Cuando yo era un bebé lo que imperaba era lo que yo llamo (de propia cosecha) el “desnaturalizamiento”: si un niño llora no lo cojas que se acostumbra y frases por el estilo. Con los años se han hecho muchos estudios al respecto y hoy en día, básicamente, encontramos dos corrientes que tratan de abordar ese espinoso tema. Una, encabezada en España por el doctor Estivill y representada por su libro “Duérmete niño” y otra de la que Carlos González y Rosa Jové son sus mayores exponentes.
La primera, la del Dr. Estivilll fue presentada en tiempos como la panacea del mundo mundial. Su teoría parte del hecho de que considera que a los niños hay que enseñarles a dormir porque no saben hacerlo. Es decir, irles enseñando unas pautas para que descansen e irles educando en el sueño para que adquieran unos hábitos que les permitan dormir y descansar ellos y por ende a sus padres. Para ello propone un método que, y hablo de memoria porque leí el libro hace bastante tiempo ya, viene a decir lo siguiente:
# El niño tiene que aprender a dormirse solo. Para ello es importante evitar que se duerma en brazos y acostarlo en la cama despierto, no dormirlo los adultos.
# Como lo más probable es que el niño se resista a ello, hay que poner en marcha un método de tiempos. La primera vez que llore, entraremos en su habitación, nos acercaremos a él y sin tocarlo, le tranquilizaremos, le haremos saber que estamos ahí con él, le ofreceremos un elemento de consuelo y volveremos a salir.
# Este ritual se desarrollará las veces que haga falta, con unos intervalos de tiempo medidos y estipulados en su libro y que cada vez alargan más el tiempo de respuesta de los padres al niño. Si la primera vez acudimos a los 3 minutos, por ejemplo, la segunda será a los 5 y este tiempo se irá incrementando progresivamente.
# Estivill hace mucho hincapié en que no se abandona al niño, porque se responde a su demanda de acuda, eso sí, con unas pautas y unos ritmos que va marcando. Se le ha de tranquilizar, no dejarle llorar sin consuelo, haciéndole saber que estamos ahí.
# El “objeto de sustitución” tiene el sentido de ayudar al niño a dormirse por si solo. Si cada vez que llora nosotros estamos ahí, cuando se despierte reclamará nuestra ayuda para volverse a dormir. Por el contrario si le ofrecemos un elemento de sustitución, por medio de él podrá conciliar el sueño solito en el futuro, sin nuestra ayuda.
Esto es, grosso modo, lo que dice Estivilll tamizado por mi memoria. Él lo plantea como un método super eficaz y casi milagroso con el que padres de todo el mundo han conseguido poder por fin conciliar el sueño. Lo que no cuenta es que es una adaptación del método Ferber, bastante anterior. Quiero decir, que él no inventó nada.
Este método tiene tantos admiradores como detractores. Entre los que lo admiran hay multitud de padres que no pegaban ojo y que gracias a su método consiguen conciliar el sueño. Así que sí que debe ser eficaz (yo no lo he probado, así que no puedo hablar). Entre las hordas de detractores, que también las hay, se oyen muchas voces que dicen que es un método completamente desnaturalizado y que trata de sustituir el amor por pautas y normas muy estrictas. Que no hay nada como una madre para calmar a su hijo cuando llora como un descosido y que lo de buscar elementos sustitutivos es una gilipollez con todas las letras. Incluso los hay que dicen que dejar llorar a un niño sin consuelo es una crueldad y algo inhumano. Los máximos detractores del método Estivill sean los que se insertan dentro de la corriente de la llamada “crianza natural”. Personalmente es un término que me disgusta mucho; es una cuestión puramente etimológica pues lo contrario a natural es antinatural y no considero que muchas de las cosas que hacen los que no crían a sus hijos siguiendo esta filosofía lo sean. Pero es algo totalmente personal. Aceptaremos el término pese a mi disgusto pues es el que comúnmente se utiliza.
La crianza natural lo que preconiza es la vuelta a las raíces. El amamantamiento frente al biberón, el colecho (dormir con el bebé), el coger al niño en brazos todo lo que se pueda, así como el uso de pañales de tela, bandoleras y otros artilugios similares. Por supuesto, esta es una visión bastante reduccionista y muy a vista de pájaro ¿vale?. Tiene muchísimas más implicaciones, filosóficas incluso y de modo de vida. Pero servirá para que los que no saben nada del tema se sitúen un poco.
En esta corriente los libros que se manejan son dos, básicamente. Uno, el del pediatra colaborador con Ser Padres Carlos González que ha escrito varios libros entre los que destacaría “bésame mucho” , y dos, el de Rosa Jové, que colabora con Mi bebé “Dormir sin lágrimas”. No he leído ninguno de los dos libros, aunque sí que soy lectora habitual de ambas revistas y mi sensación es que ambos propugnan el desarrollo natural de las cosas. No fijar tiempos, dejar que los niños se autorregulen para hacer las cosas y que todo se vaya desarrollando de un modo menos establecido. A su ritmo.
Estoy y he estado metida en muchos foros de embazadas y bebés y el tema del sueño es uno de los más espinosos que se pueden tocar. En general, me da la sensación de que las posturas están bastante radicalizadas en ambos sentidos. No había como abrir un post que tratara sobre el tema para que la conversación se radicalizase y en cuestión de horas todo el mundo estaba echando sapos y culebras al respecto. Por lo general, las madres más partidarias de Estivill y unas normas acaban llamando en plena exaltación hippies a las de la crianza natural y las otras decían que eran poco menos que inhumanas y sin corazón por dejar que sus hijos llorasen hasta hartarse. Obviamente, no todo el mundo es así, y no a todas se les iba la pinza, pero vamos, que yo no osaba decir nada porque te iban a dar hasta en el carnet de identidad.
Pero vamos a lo que vamos. Esto es una opinión, y por tanto, yo aquí lo que quiero expresar es la mía propia. No pretendo hacer una tesis doctoral ni dogmatizar porque no es mi estilo. Sólo voy a decir qué es lo que pienso, nada más. Y no tiene porqué coincidir con lo que se tiene que hacer según otras madres ni tan siquiera con lo que se debería tener que hacer como concepto abstracto. Sólo es una opinión. Nada más.
Sinceramente, odio los radicalismos. Tanto en un sentido como en el otro. Todos, de una manera u otra elegimos cómo queremos criar a nuestros hijos. Unas lo hacen de forma expresa y militante y otras en cambio sólo lo hacen “de obra”, es decir, en su día a día, sin verbalizarlo. Como yo no creo que existan recetas mágicas para casi nada, porque cada niño es un mundo, me parece que no hay una cosa que valga seguro-seguro. A mí me parece que cada madre conoce suficientemente a su hijo como para saber qué es lo que quiere hacer con él, por dónde quiere tirar, y que si no lo sabe, es bueno que lea las distintas opciones que se le ofrecen. Ya digo que yo me he leído el libro de Estivill y que leo a los otros dos con regularidad en las distintas revistas. Más que suficiente como para hacerte una idea de por dónde se puede tirar.
Yo no he hecho ni una cosa ni la otra. Tengo mi propio método Walewskiano, si es que puede considerarse un método como tal. Es decir, las conclusiones que yo he sacado de todo lo que he leído y escuchado y que aplico con mi hija. No me va mal, así que pienso seguir utilizándolo. La ventaja de mi método es que es lo suficientemente amplio para que, si con un segundo hijo no me funciona, se adapte a las circunstancias.
¿Y qué es lo que yo hago? Pues básicamente, intentar averiguar qué es lo que necesita mi hija. Intentar dilucidar cuáles son sus necesidades y tratar de conjugarlas con las mías, buscando el bien común de ambas. Probando cosas de aquí y de allí y aplicando el sentido común. Nada más. Yo estoy abierta a todo lo que funcione; obviamente, primero probaré lo que me parezca lo mejor, pero si no funciona, seguiré probando hasta que dé con el resorte adecuado y la solución más idónea. O sea, prueba y error. No obstinarme en que debo hacer tal o cual por narices sino ser lo suficientemente abierta como para tratar de encontrar la solución mejor para todos, aunque no sea la que yo considerara en un primer momento. ¿Fácil? ¿Difícil? No lo sé.
Varias son las cosas que yo tuve en cuenta a la hora de enfrentarme antes de que se produjera al “problema”, que luego resultó no serlo en verdad, porque mi hija es una marmota. Me molesta que se trate tan a la ligera el sueño de los progenitores. Que a veces, como he oído en algunos sitios, se tilde de egoístas a los padres por querer dormir. Para mí, tal cual lo veo, el sueño es una necesidad básica del ser humano. De hecho una de las peores torturas a las que pueden someter al ser humano es privarle del sueño. Mucho más duro que dejarle sin comer o incluso sin beber. Todos los que somos o van a ser padres se conciencian de que van a ver reducidas sus horas de sueño o que incluso su ritmo va a cambiar. Dormir 7-8 horas del tirón es un lujo. Vale, lo asumimos. También asumimos que durante los primeros meses las fases del sueño de los niños son distintas a los de los adultos, y esto no se trata de ningún tipo de disfunción ni de problema. Esto incluso lo dice Estivill, que no recomienda aplicar su método a niños por debajo de los 6 meses de edad. Pero cuando tu hijo tiene un año y te sigues pegando las noches en danza, para mí sí que hay un problema. Porque puedo dejar de dormir un tiempo como lo hacía, pero si yo no duermo pacutio, estoy de mala leche, cansada, no rindo, desatiendo mi casa y mis obligaciones y no estoy del mejor humor para disfrutar de la maternidad y de aportarle lo mejor de mí a mi hija. No es que sea una egoísta, es que soy un ser humano. Y mi hija, si a esas alturas, durmiera del mismo modo, estaría igualmente cansada, irascible etc. Lo que tampoco creo que fuera bueno para ella. Para mí ES UN PROBLEMA.
Cuando leí por primera vez el Método Estivill, sinceramente, tampoco me pareció que fuera para tanto. Yo no me escandalicé, la verdad. Sí que hay muchas cosas que no comparto, pero no creo que haya para tanto. No lo considero inhumano, aunque creo que hay formas mejores de conseguir las cosas. Una de las cosas que menos me gusta es el que cuando se va a la habitación a ver al niño, no se le pueda coger ni tocar. Para mí es fundamental que mi hija sepa que estoy ahí, y la mejor manera es abrazándola. Lo de los elementos tranquilizadores, pues a gusto del consumidor; me parece que como apoyo no están mal, pero que no pueden sustituir de manera radical la piel sobre piel.
Siempre lo he dicho; a mí Carlos González me cae gordo. No es por una cosa racional ni por nada que haya dicho en concreto. Me parece que muchos de sus consejos son muy acertados pero me molesta a veces el tono de condescendencia que percibo. Tal vez sea yo. Pero me resisto a tomarlo como gurú igual que lo hago con Estivill. Cuestión de “tripas”.
Creo, y lo digo sinceramente, que las madres sabemos cómo son nuestros hijos. Mi hija raramente lloraba, así que las veces que lo hacía era porque le pasaba algo. Y dentro de este algo incluyo soledad, miedo y tal, cosas más abstractas que “tengo hambre, sueño y tal”. Para mí son unas necesidades más. Como otras cualquiera y que hay que solucionarlas igual. Así que si mi hija lloraba o llora, voy. Y la cojo, la abrazo si tiene ganas de estar conmigo, le doy de comer si tiene hambre o le limpio el culo si está sucia. No hay más que hablar. Me necesita, pues estoy con ella. Sean las 3 de la tarde o las 4 de la mañana.
Para mí cuando mi hija llora es una prioridad absoluta sobre todo lo que esté haciendo. AHORA BIEN; como digo, ella no es una criatura que esté llorando a todas horas. Si mi hija cuando era bebé hubiese llorado a todas horas, os aseguro que la prisa que me hubiese dado para ir a su lado no hubiera sido la misma. Conozco bebés realmente llorones (yo era así, sin ir más lejos) que están todo el santo día llorando. Y una madre NO PUEDE estar todo el día con un niño en brazos. Mi madre siempre cuenta que yo lloraba a todas horas y que apenas me cogían, me callaba. Ella sencillamente no podía estar conmigo a todas horas. Hay que cocinar, limpiar, descansar y hacer otras muchas cosas, algunas de ellas que requieren las dos manos. Habrá quienes piensen que en ese caso se debe tener al niño en brazos a todas horas o en una mochila colgado, y es muy respetable, pero creo que también es respetable mi posición.
Y es que yo creo que ni tanto ni tan calvo. Vuelvo a repetir que no es “LA” OPCIÓN, es “MI” OPCIÓN. A mí me parece que cuanto más pequeños, más nos necesitan objetivamente porque son unos seres totalmente dependientes. Pero que conforme van pasando los meses es necesario para la salud mental de todos comenzar a estimular su independencia y a marcar unas normas. Que un bebé de 2 meses necesite estar en brazos a todas horas es bastante normal y natural, pero cuando tiene 6 debería ir ganando en autonomía. Y si a esas alturas no va en ese camino, habrá que ayudarle. Yo sí que creo, igual que otros no lo hacen, que es necesario educar en la tolerancia a la frustración. Creo que es necesario que los niños vean que no pueden conseguir todo lo que quieren y que hay veces que no se puede, y no se puede. Por supuesto, esto no es aplicable a los recién nacidos, pero conforme se van haciendo mayores sí que creo que es así. Como digo, respeto a los que no lo comparten, es sencillamente lo que yo opino.
La inmensa mayoría de las veces que un bebé llora es por algo. Y digo “la inmensa mayoría” porque no creo que sea SIEMPRE. En casos contados, creo que hay niños que realmente lloran por costumbre. Conforme se hacen más mayores también lo hacen como medio para conseguir cosas. Mi hija, que no es nada llorica, a veces parece que la estemos matando porque le echa un teatro de la leche. Unas veces es porque está malita y esas veces llora por todo. Pues le damos mimitos y nos solidarizamos con ella. Pero otras es por puro chantaje emocional. A casi cualquier padre se le rompe el alma al ver llorar a un hijo y los jodidos de ellos lo saben; su deber de niños es intentar sacar partido. Pero yo considero que mi deber de madre es frenar este tipo de actitudes. Así que nos vemos inmersos en un tira y afloja como está mandado.
Volviendo a lo del sueño, que suele ir anunciado por un llanto, de ahí la digresión, cuando mi hija llora por la noche, yo voy. Ni tiempos ni historias. Yo voy. Mi experiencia con ella me dice que es lo que tengo que hacer. Así que ni me planteo otras opciones.
Creo que cada una debe tener muy claro qué es lo que quiere y lo que no, y actuar en consecuencia. Seguro que hay quienes le dirán que qué hace colechando si eso es horrible para los niños, igual que le tacharán de mala madre por “abandonar” a su hijo en su habitación apenas ha nacido. Siempre habrá quienes critiquen vuestras decisiones, así que intentad hacer oídos sordos. Si algo os funciona, perseverad, y si no, tratad de cambiarlo.
En mi caso jamás he dormido a mi hija en brazos, entre otras cosas porque ella no quería y bien que me fastidiaba a mí que me moría por ese ratito de paz absoluta y de sensación de bienestar. Las pocas veces que se me durmió en brazos fueron fortuitas y disfruté de ellas como una cosaca. Así que no ha sido algo “electivo”: ha sido así porque así estaba escrito que fuera. Nosotros decidimos que dormiría en su habitación desde el primer día. Hubo quienes me aplaudieron y quienes se llevaron las manos a la cabeza. Me dio lo mismo. Yo consideraba que era lo mejor para todos, pero también es cierto que tenía una amiga con un moisés en la recámara para por si luego en la práctica no se veía viable. Si funcionaba, pues guay, y si no, si ella no dormía bien, reclamaba mucho el pecho, o bien nosotros estábamos intranquilos, la traíamos a nuestra habitación y sanseacabó. Y si eso no funcionaba, pues a colechar. Ese era mi orden de prioridades. Tuve suerte porque la nena siempre ha dormido fenomenal y en su cuna y su cuarto estaba divinamente, así que para qué cambiarlo.
Lo único que en general, y como norma para todas (el resto de cosas ya habéis visto que me circunscribo a lo que yo pienso y lo que yo hago, no extendiéndolo al resto), es que elijáis cómo queréis afrontar estas cuestiones y tratéis de que funcionen vuestras decisiones. Si no lo hacen, sencillamente, cambiadlas. No creo que sea sano obcecarse con algo. Lo que para unos funciona, para otros no. Todas sabréis cómo está yendo y si estáis contentas con el status quo en el que estáis. Conocéis a vuestro hijo. Dejaos llevar por las vísceras y no tanto por lo que digan éste o aquel. Creo que es mucho más sensato dejaros guiar por vuestra realidad que por cosas externas a vosotras.
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