Giotto Be-be rotuladores
Mi hija no es muy distinta a la mayoría de los niños. Si algo está prohibido, les gusta más que si no lo está. Es terrible ver cómo nos atrae como moscas a la miel todo aquello que no podemos tener desde enanos.
A ella le gusta horrores pintar. Lleva haciéndolo un montón de tiempo y para ser tan pequeña no se le da del todo mal. Para tener dos años se sale poquito y pinta muy chiquitín, algo que no es del todo habitual. No creáis que es Picasso, no es eso. Pero de siempre ha llamado la atención a todo el mundo lo muchísimo que le gustan estas cosas artísticas y no se le da mal (a escala dos años, entendedme). Hasta ahora lo hacíamos con pinturas de madera, plastidecores o pinturas de dedo (que a veces usamos con pinceles). Pero claro, lo que a ella le mola es la fruta prohibida: los rotuladores.
Se los tenía terminantemente prohibidos. Y no por nada más que porque es todavía una canija y a) a veces se los llevaba a la boca y b) se ponía como un cristo (pequeño). No me preocupaba especialmente que pintara las paredes, porque no le da por ahí, pero sí que me preocupaba el estado en el que quedaba la ropa. Alguna vez que me descuidé agarró uno y la camiseta acabó perdida, amén del estado en que estaban sus piernas, completamente pintarrajeadas. Un cuadro, vamos.
Pero Raguquita me vino a visitar, y lo hizo con estos rotuladores. Si hubiese sido cualquier otra persona la que me hubiera venido con el “regalito” la hubiese matado, directamente. No lo hice, obviamente, entre otras cosas porque habréis podido comprobar que sigue vivita y coleando ya que ha vuelto a escribir alguna cosa. Y también porque conociéndola como la conozco, sabía que no me habría traído al enemigo en casa antes de informarse.
La diferencia de estos rotuladores con otros reside en que son lavables. ¡Yupi! Es decir, que si manchan la ropa, la echas a la lavadora y ¡voilá! las manchas de rotulador desaparecen como por arte de magia.
Básicamente escribo esta opinión para corroborarlo porque se me da fatal el escribir sobre el material escolar. Pero creo que puede ser interesante para quienes estéis en la misma tesitura que yo.
Los rotuladores de giotto be-be son específicos para niños. En su caja pone que son adecuados para niños a partir de los dos años. Y para que cumplan estas premisas es necesario que además de ser lavables no sean tóxicos porque es más que previsible que los críos se los lleven a la boca, bien de manera voluntaria, o involuntaria. Esto lo cumplen a la perfección, como hemos podido comprobar.
Respecto a su propiedad de desaparecer de la ropa, antes de dejárselos de manera más o menos libre (siempre estamos por ahí pululando, bien sea para pintar con ella o para ver como lo hace), quise hacer una probatina. Cogí un trapo de algodón de los que tengo en la cocina para limpiar y dibujé un sol inmenso, para que no hubiese ninguna duda. También aproveché y en una esquinita dibujé un manchurrón inmenso que traspasaba al otro lado y todo. Y a la lavadora.
Lavé a 30º y estaba ansiosa por ver el resultado. Cuando saqué la colada, no quedaba ni rastro del rotulador. Ni del sol inmenso ni (lo que era más complicado) del manchurrón. ¡Había pasado la prueba por completo!
En principio avisan que sale de casi cualquier tejido menos de la seda. No me veo vistiendo a mi hija así, de modo que no creo que haya problemas. Supongo que lo de la seda es porque se corre la tinta. Pero tampoco lo he comprobado. En los tejidos en los que se ha manchado, efectivamente, han salido las manchas sin mayor problema.
En la piel es un poco más peliagudo. Sí que sale, pero no de manera tan fácil. Si se lava inmediatamente con agua y jabón se acaba yendo, pero como tardes un poco y se seque sale con bastante más dificultad. Se va, no es que permanezca tipo tatuaje por los siglos de los siglos, pero tienes que frotar bastante.
Me gusta mucho la caja en la que van. Es de cartón, pero tiene una pieza de plástico que mantiene los rotuladores expuestos y que hace que guardarlos sea muy sencillo. A mi hija le encanta verlos y colocarlos, una y otra vez. Milagrosamente, los conservamos todos, porque las pinturas tienen una tendencia a perderse del horror. Es una caja bastante mona. El logo de los giotto be-be es una oveja (que bala, me imagino) y en la caja se recorta sobre rojo. Esta misma oveja es la que decora los rotuladores, por otro lado.
Los “rotus” son blancos, con las ovejitas de colorines. Tienen un tamaño algo más grueso de lo normal para que les resulte fácil a los críos el sujetarlos. La peque los coge de manera muy sencilla, parecen cómodos de sujetar. También la punta es bastante gruesa, de forma que rápidamente emborrona la superficie del papel. No son aptos para trabajos delicados, pero también es verdad que la precisión a estas edades es todavía poca, de manera que no importa.
La punta es de fieltro, como suele ser lo normal y yo destacaría lo bien que corre sobre el papel. No se atascan nada y la tinta sale de manera muy fluida.
Lo que los diferencia de otros, de los de los adultos es que se emborronan un poco si se mezclan. Es decir, que si se escribe sobre uno que no está seco aún el color se corre un poco. De todas maneras, se “autolimpian” al seguir pintando porque las puntas siguen bastante limpias y no van dejando el color que han cogido tiempo después. Ni se nota que se mezclaron en su día.
Poco más que decir. Son unos rotuladores muy recomendables para los pequeñajos y yo estoy muy contenta de haber dado con ellos. Aldara puede pintar con los rotus, así que imaginad lo feliz que se pone cada vez que los sacamos, que es bastante a menudo.
Como fue un regalo, no os puedo decir ni lo que cuestan ni dónde comprarlos, pero es de suponer que no es muy complicado dar con ellos.
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