alimentar :Nacimiento de Nora (6 de febrero de 2009)

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Nacimiento de Nora (6 de febrero de 2009)
El 31 de enero salí de cuentas, no había pensado que llegase con barriga a esa fecha, ya que Adrián se adelantó una semana, pero Nora estaba muy a gusto en la tripa de mamá y se quedó seis días más.

El miércoles 4 por la noche, ya de madrugada, empecé a tener contracciones. Había tenido alguna durante el embarazo, sobre todo las últimas semanas, pero pronto noté que estas eran las “buenas”. Se paraban, no eran regulares ni intensas pero empezaba el trabajo de parto. Pasé así todo el jueves, acompañada por mis padres y mi niño y manteniendo a Raúl informado cada poco tiempo por teléfono. Sabía que no quedaba mucho pero tenía claro que no era el momento de ir al hospital a pesar de la insistencia de mi madre.

Raúl llegó de trabajar y cenamos con mis padres para no tener que ocuparme de cocinar y recoger. Al terminar la cena nos marchamos a casa rápidamente, tenía ganas de estar en mi casa, tranquila, solos los tres, Adrián, Raúl y yo. Acostamos al peque y nos fuimos al salón para empezar a controlar las contracciones, que se hacían más regulares e intensas. Mis mamis del foro de septiembre me acompañaron un buen rato y me ayudaron a cronometrar. Sobre las once de la noche las contracciones eran ya cada 5 minutos y la intensidad estaba creciendo. No tenía prisa por irme al hospital, no había roto la bolsa y me encontraba bien pero la distancia al hospital, unos tres cuartos de hora, y la insistencia de mis mamis me acabaron de ayudar a decidir.

La anécdota de la noche fue que saliendo del pueblo nos paró la Guardia Civil para un control rutinario, jamás nos han parado en el pueblo y mi madre, muy nerviosa, les gritó que estaba de parto y que no podíamos parar. Evidentemente nos mandaron seguir pero yo no pude evitar llamar a una de mis mamis para contarle la anécdota, así entre contracción y contracción me eché unas buenas risas con ella.

Cuando llegué al hospital ya era día 6; los pasillos estaban vacíos y el hospital muy tranquilo. Subimos a maternidad y pasé a una de las salas de dilatación. Pronto entró la matrona y sólo su presencia ya me reconfortó. A ella le debo el parto tan maravilloso que tuve, no tengo ninguna duda; quizás si en mi primer parto me hubiera atendido una matrona tan profesional y tan respetuosa las cosas hubieran sido de otra manera.

Me exploró con delicadeza después de explicármelo y pedirme permiso y me confirmó lo que ya me imaginaba, que aún no estaba de parto, sólo había dilatado un centímetro y la niña seguía alta. Me controló las contracciones durante una media hora con las típicas correas que ya me pusieron con Adrián y que entonces me obligaron a estar tumbada. Pero en esta ocasión me ofreció la posibilidad de sentarme y eso hice. Me senté en un sillón y me colocaba casi en cuclillas con cada contracción para llevar mejor el dolor. Las contracciones eran cada cinco minutos.

Como parecía que iba para largo me subieron a una habitación para seguir dilatando; me acompañó mi madre y me dejaron total libertad, ni monitorización ni exploraciones si yo no lo deseaba. En la habitación estuve unas tres horas, en la cama, en el suelo, en el baño... el poder moverme y buscar las mejores posturas para controlar el dolor fue todo un alivio. Sobre las cuatro de la madrugada la matrona subió a explorar a otra chica que estaba de parto y pasó a verme. Me preguntó si quería que me explorase y le di permiso. Estaba de unos cuatro centímetros y me aconsejó quedarme otro rato en la habitación, hasta que las contracciones fueran muy intensas y seguidas. A esa hora las tenía más o menos cada tres minutos. Aguanté otra media hora más o menos y entonces me volvieron a bajar a la sala de dilatación. La matrona se acercó rápido a ayudarme con las respiraciones porque ya me costaba controlarlas. Me exploró de nuevo y estaba ya de seis centímetros, la cosa se iba acelerando. En ningún momento me ofreció la epidural pero llegó un momento en que no podía controlar más el dolor. La matrona estaba atendiendo a la otra chica, que también había bajado de la habitación, y en soledad me costaba más soportarlas. Cuando ella me ayudaba era mucho más fácil, pero tenía dos partos... no podía dedicarse en exclusiva a mi.

A las cinco bajó la anestesista a ponerme la epidural pero al sentarme noté ganas de empujar y decidieron ponerme raquídea en vez de epidural. Estaba dilatando a toda velocidad. Pronto noté alivio y ya más tranquila estuve charlando con Raúl. Me dejaron monitorizada un rato para controlar a la niña pero pronto me quitaron las correas y la matrona utilizaba un pequeño monitor portátil que me dejaba mucha más libertad. Me fue colocando en diferentes posiciones y guiándome para conseguir girar a la niña, que estaba colocada de lado (igual que su hermano). Con paciencia y cariño, haciendo pujos con una pierna estirada y otra encogida, fue girando. También fue pasando el efecto de la raquídea... sobre las seis y poco ya notaba perfectamente el dolor e iba en aumento.

Estaba ya dilata casi por completo y la bolsa no se había roto; tenía que pasar ya al paritorio y por ello la matrona decidió romperla. No noté más que el líquido caliente que salía... y pronto más ganas de empujar con cada contracción, ya dolían mucho y notaba la presión de la cabeza de Nora, cada vez más fuerte.

Me pasaron al paritorio y me colocaron el potro para estar casi sentada y poder empujar mejor. En ese momento el efecto de la anestesia había pasado por completo y con cada contracción empujaba guiada por la matrona y a la vez gritaba. No fueron muchas las contracciones pero fue el dolor más brutal y más intenso que he notado jamás. Llegó un momento en el que al pasar la contracción no podía dejar de empujar, la presión de la cabeza era brutal y necesitaba seguir empujando, ya no podía más y gritaba y se lo decía a la matrona y a Raúl. Me dieron ánimos y me dijeron que no hablase, que me concentrase en la siguiente contracción y en empujar, Raúl se acercó más a mi y me animó... y ¡salió! Noté como la cabeza se deslizaba y la presión se hacía más soportable.

Ya no tenía esa sensación de romperme... salieron los hombros con mucha más facilidad y la matrona me dijo que la cogiese. Así lo hice y pronto tuve a mi pequeña sobre el pecho, caliente, moradita, pronto más rosada, mirándome sin llorar, tan parecida a su hermano, preciosa. La dejaron sobre mi mientras las siguientes contracciones hacía que la placenta saliera. Corté el cordón con la ayuda de las enfermeras mientras Nora seguía pegada a mi pecho y yo ya estaba en las nubes, olvidé el dolor en unos segundos... incluso el de los dos puntos internos y uno externo que me dieron por un pequeño desgarro en la cicatriz de la episiotomía del primer parto. Nora había nacido a las siete de la mañana.

Sólo me separé de mi pequeña unos segundos... me la devolvieron con su gorrito y su pequeño pañal, desnudita, y la pegué a mi cuerpo de nuevo. Como con el niño, nos dejaron un buen rato tranquilas, iniciándonos en la lactancia, conociéndonos, disfrutando. La matrona volvió antes de terminar su turno a la ocho para ver cómo nos encontrábamos. Me dijo que mientras mi niña nacía había empezado a nevar, que no lo olvidara. Y no lo haré, y tampoco la olvidaré a ella porque gracias a su trabajo y a su apoyo tuve un parto casi natural, respetado, feliz, maravilloso.

Nacimiento de Nora (6 de febrero de 2009)

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